José Luis Roca Aymar nos envía desde Madrid el relato número 28 de esta sexta edición de Cuéntame el Autismo con el título «¿A que no lo habíais notado?».

Hola. Mi nombre es Ayla. Nací en Manchester y ahora tengo cinco años tan largos como mi pelo. No me gusta que me lo corten ni tampoco las uñas. El color preferido es el rosa. Vestido, zapatos, diadema, y gafas de sol rosa. Todo de color de rosa.
Mamá es inglesa y papá español. Dicen los mayores que soy muy observadora y de gran memoria. Dicen, y dicen muchas cosas. Yo callo y observo.
Hoy, os quiero presentar a Bella, mi gran amiga.
Ayer fuimos a la granja de siempre para montar a caballo. Bella, así se llama, es más alta que una persona mayor. Blanca con grandes orejas y tiene un flequillo de igual color. Sus enormes ojos son negros. Yo voy con la gorra y las botas de montar. Nada más llegar me está esperando Bella. Nos cruzamos las miradas durante unos segundos, entonces mi madre dice que mi sonrisa llega hasta el cielo. Su cuidadora es muy buena porque me ayuda a montar, y me explica dulcemente la posición de las manos y como debo llevar las riendas. Dice que es como el volante en un coche con freno y todo. Tiro de ellas para andar, girar y parar. En el extremo de mis botas tengo unos hierros que se llaman espuelas. Es como el motor. Doy con mis pies dos toques suaves y empieza a caminar al paso. Si golpeo en Bella un poquito más fuerte, se pone a trotar. Entonces el movimiento de mi cuerpo sube y baja sobre la silla de montar en un balanceo controlado por mi profe, es muy chulo y me siento muy, muy feliz. Siempre me subo con la misma pierna y recorro el camino conocido.
Otra manera de divertirme es viendo pelis de dibujos animados. Tengo mis favoritas.
Estoy concentrada en las cosas que me gustan como los dibujos animados. Puedo repetir el diálogo de mis héroes, mil y más veces. Imito sus voces. Para los ruidos soy sensible, porque a veces me aturden y me mareo viendo los objetos como si se movieran. He leído un cuento maravilloso. Era un país en el que reinaba la felicidad. Sin ruidos y con personajes que jugaban tranquilos. Niños listos capaces de entender la vida sin tantísimo ruido. A veces no entiendo el mundo de los mayores y sus complejidades. Les siento tensos y van como locos en un ir y venir sin sentido. Eso no es vida. Así no quiero ser mayor.
Antes no los miraba a la cara como protesta. Ahora, poco a poco, he cambiado de proceder gracias a mi señorita del cole. Es todo un amor. Me enseña canciones y bailamos. Son canciones y no ruidos, naturalmente. Otra actividad con la que disfruto mucho es nadar en la piscina y en el mar durante las vacaciones. Voy a la piscina dos días a la semana, a la misma hora, realizando los ejercicios habituales. Entro en el agua con el pie derecho. Me gusta.
Físicamente todos dicen que soy igual que mamá. Rubia y con los ojos azules como el mar de la “beach” en vacaciones. Mi piel es clara, más moreno mi hermano. Me imita y a veces no me deja jugar. Nos enfadamos pero viene papá o mamá, y nos abrazamos haciendo las paces. En el fondo es muy cariñoso pero un poco brutote.

Yo soy una niña de costumbres. Los horarios, oí decir a mis padres, son sagrados para los niños. Me da seguridad. Cuando me peino, siempre es a la misma hora y con el cepillo guay, me llaman guapa. Esta palabra en español fue de las primeras que aprendí de pequeña. Para mi tiene un significado muy querido y especial. Ya os contaré. Otra palabra en español que conozco es “croqueta”. Costó al principio pronunciarla. Por eso antes las llamaba “patatas pegajosas de la abuela Guapa” mi abuela española. Están riquísimas. Hasta 17 comí de una vez. Papá ha tenido que aprender a cocinarlas. Lady Croqueta, así me llama mi abuelo español, Pepe.
Mi abuela inglesa cocina muy bien, pero su especialidad son las tartas y pasteles para chuparse los dedos. A Pepe le encanta más comer salado. Quizás alguna ensalada pueda hacer de vez en cuando. El camina con su bastón mágico por todas partes despacito. Es su fiel compañero. Yo pienso que Bella es mi amiga del alma. Sería capaz que una gota de agua se partiera en dos para compartirla con ella. Cada vez que estoy con Bella aprendo nuevas cosas. Nos queremos.
Papá me habla en su idioma y mamá en inglés. Mi mente a veces se marea porque resulta un poco difícil entender a los mayores, y mucho más en idiomas tan distintos. Pensaréis que es un jaleo, lo es. Pero como salgo a mis padres que son muy listos, problema solucionado. Además si hace falta, no os preocupéis que tengo recursos para que me entiendan…
Mi hermano es Santiago, aunque por ser más corto y sonoro le llaman Santi. Tiene tres años y medio. Está casi tan alto como yo. La familia y los amigos dicen que es igualito a papá. Fuerte, alto, y sus ojos son de color de miel.
Vivimos en una casa de ladrillos rojos. Tiene dos pisos. Es grande, bonita y con mucha luz. La escalera es tan larga y empinada, que mi hermano y yo bajamos sentados tirándonos como si fuera el tobogán del parque. Cómo disfrutamos con sus escalones. Son trece. Cuando hace mal tiempo con mi madre montamos un picnic en el suelo del salón. Es muy divertido. A Santi le encanta jugar con sus dinosaurios. Allí donde vaya los lleva. Hasta duerme rodeado de su parque jurásico. Tiene muchísimos de todos los tamaños y colores. Los llama por sus propios nombres. Yo soy más de pintar, colorear, disfrazarme de princesa y también de jugar a las construcciones, que duran hasta que llega el terremoto de mi hermano. Mami toca muy bien la guitarra y canta como un ángel. Me enseña y aprendo. Ya sé silbar. Con papá jugamos sobre todo al big bear. Nos escondemos por toda la casa, pero el “gran oso”, es muy poderoso y listo. Siempre al final nos encuentra. Reímos y gritamos llenos de felicidad.
Ahora quiero hablaros de algo muy importante, de mi nuevo colegio. Es muy chulo. Está cerca de casa. Tiene un jardín muy grande con árboles preciosos y flores de muchos colores. Lo paso muy bien con mis pocas pero grandes amigas. Son muy divertidas las actividades que hacemos. Las profesoras son muy cariñosas y tienen paciencia con nosotras. Soy feliz. Hay días que me quedo a comer en el cole, porque mis padres trabajan, y trabajan. Bueno, también descansan porque si no se morirían, y eso no entra en mi cabeza.
¡Ah! Me olvidaba contaros que mi hermano y yo somos autistas. ¿A qué no lo habíais notado?
Hasta pronto. Os quiero. xxx
AYLA

José Luis Roca Aymar

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