Maria Redondo Martínez nos envía desde Roquetas de Mar (Almeria) el relato número 25 de esta sexta edición de Cuéntame el Autismo con el título «No te puedes ni imaginar…».

No te puedes ni imaginar cómo me gustaría explicártelo, pero no puedo. Aunque me reconforta saber que sí, que hay momentos donde se produce una chispa, no sé si en tu corazón o en mi cerebro. Como cables que se conectan sin tocarse y logro que lo sientas.
Ambos hicimos muchos planes imaginarios. Yo no quería separarme de ti y tú me contabas que haríamos viajes increíbles, que descubriríamos paisajes bellos y obstáculos inesperados. Me ibas a enseñar a ser optimista, alegre, noble y buena persona. Haríamos deporte juntos y excursiones por la montaña. Queríamos conocer mundo y que de forma natural, abriera la mente a lo grande que es la diversidad de personas, culturas, razas, países, formas de vivir. Querías enseñarme a ser un ciudadano del mundo y no que el mundo me dijera de dónde soy. A amar a los animales, a cuidar la naturaleza, a sentir en mi piel el mar, en mis manos el tacto de compartir, en el río tus recuerdos de niña…Tuvimos miedo y prometiste protegerme siempre.
Me gustaba mucho cuando me rodeabas con tus brazos y hacías esos millones de planes imaginarios tan hermosos. Me hacía feliz y me sigues haciendo feliz. Pero también quisiera que supieras que correr y huir me da libertad. Que a veces las normas son sólo eso, normas. Y que saltárselas me provoca ser inocente, libre, ser yo mismo. Y te agradezco mucho que sepas que no debes enseñarme cada día algo nuevo. Que saber es importante, pero pasar días haciendo lo que yo quiero, aunque no parezca tener sentido, me deja saborear la vida a mi manera y es cuando más grito, corro y sonrío. Y sé lo que tú piensas..»hoy no aprende, pero es tan feliz…».
Siento mucho mamá no poder correr sólo por el parque, no saber cuando algo es peligroso. No me da miedo casi nada… ni la altura, ni los obstáculos, ni los coches. Siento mucho mamá no haber sido el hijo que esperabas, el que imaginabas. Siento mucho tener seis años y no saber leer, ni hablar, ni nadar, ni tener amigos, ni sacar buenas notas, ni compartir juegos con niños en los columpios, no saber jugar al fútbol, andar en bicicleta…y tantas cosas que te imaginaste cuando nací o cuando me enseñabas a caminar o a comer solo. Es duro que te arrebaten a ese hijo con apenas dos añitos de vida y no sepas dónde está. En muy poco tiempo perdiste un hijo, un familiar y a una abuela. Te sentiste culpable, vacía, sola y perdida. Por primera vez en tu vida sentiste que ya nada tenía sentido y que todo tu mundo y tus sueños habían muerto. Empezar completamente de cero fue el camino que elegiste.
No te puedes ni imaginar cómo me gustaría que vieras mi corazón roto cuando te sentía llorar. Que casi todo a mi alrededor es un infinito puzzle y que hasta que no coloco cada pieza en su sitio, no puedo responderte como tú quisieras. Me encantaría secarte las lágrimas para que no salieran más. Desearía hablarte de tantos momentos… De cómo percibo el aire en mi piel, o tocar una flor, una planta y sentir su vida. Los pájaros vuelan alto, sin hacer ruido, pero yo enseguida puedo alzar todos los sentidos y los observo hasta que desaparecen. Me gusta cuando entonces tú me imitas y también lo haces. El silencio hace que constantemente me mires y al hacerlo vas descubriendo cómo soy, que miro, que hago en medio de la naturaleza o en una ciudad, rodeado de gente o en los silencios, en lugares con voces, música, entre tantos mensajes
mezclados. Descubres conmigo que las palabras no son imprescindibles y que la gente debería disfrutar de más momentos de silencio.
Te doy las gracias por esforzarte cada día en querer ser mejor y te pido que no te sientas mal cuando gritas ¡no puedo más!. Sé que sufres mucho por mi y en otras ocasiones te hago la persona más feliz y especial del mundo. Te doy las gracias por pensar que aún siendo mayor que yo en edad, puedes aprender cosas únicas de mi y te dejas llevar. Huyes de cualquier energía negativa que sientes cerca, porque sabes que a mi me pone nervioso. Buscas sentirte bien contigo misma porque eso te hace feliz y sabes que yo lo necesito, porque eres la persona que más tiempo pasa a mi lado. Hace ya bastante que descubriste que tu estado de ánimo me afecta a mi. Que cuando no estás cómoda en algún momento yo lo siento….No sabes cómo, pero es así. Y haces de traductora de mis «no palabras» y de mi energía para que pueda estar tranquilo. Sé cómo me miran y sienten otras personas antes de que se acerquen a mi y ese lengüaje no verbal te hace pasar malos ratos, porque tú ya sabes verlo y no quieres explicarlo a quien jamás lo entendería.
Llevas seis años esperando que te llame mamá…antes llorabas y ahora te ríes al comprobar que sientes envidia del personaje infantil «mamá pig», al que yo sí llamo por su nombre. Gracias por mezclar tus cables del corazón y la mente con los míos y mostrárselos al Mundo.
Gracias mamá por tu fuerza y ánimo para seguir dando pasos a mi ritmo, por no rendirte y buscar fábricas de paciencia para seguir enseñándome libertad. Por no querer cambiarme por el hijo perfecto. Por amarme tal y como soy. Por no odiar el autismo que forma parte de mi ser. Todo esto, es lo que al final nos ha devuelto aquellos planes imaginarios tan hermosos que hicimos el día que nací. ¡Ya son nuestros mamá! Seguiremos celebrando los grandes logros. Descubriendo que al final de cada día te vas a dormir con sentimientos y no con cosas. Sintiendo que la vida merece la pena vivirla tal y como nos ha tocado escribirla.

Maria Redondo Martínez

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