Me presentaré, soy una madre neurotípica de un niño neurotípico. No es un término que me guste usar, pero creo que lo sigo usando porque el que no me gusta usar es el de Trastorno del espectro del Autismo. Concretamente, la palabra TRASTORNO. Decir TEA implica una merma en la salud, más que una variante de personalidad, que hay que conocer y comprender. Estoy convencida de que, si un día en la calle me enfrento a un conductor, que casi me atropella mientras cruzo el paso de cebra y le llamo: ¡NORMOTÍPICO fíjate por donde vas! Más de la mitad de los españoles me contestaría: ¡eso lo será tu padre!

Como madre, me enfrento todos los días a retos difíciles de superar, como hacer un disfraz de dinosaurio con tres cartones de huevos y una maya, o traducir al inglés ornitorrinco (si quien me lee es madre o padre, lo comprenderá perfectamente). Además de cuidar, alimentar y criar tengo el deber de educar. Y no me refiero a enseñar a decir gracias si te abren la puerta, o a dejar salir antes de entrar (sana costumbre que casi se ha extinguido como los linces ibéricos), si no a contestar las dudas de mis hijos lo más comprensible y cercana a la realidad posible, sin edulcorar ni atemorizar, solo conocimiento. No quiero que mis hijos hereden mis prejuicios o mi forma de ver la vida, pobres, ¡los dos ya han heredado mis pies!

Por eso, cuando me ví en la situación de explicar a mi hijo de 8 años que era ser TEA, tuve miedo. Sobre mis hombros estaba la responsabilidad de dar la mejor definición, las más clara, la más limpia posible. ¡Ojalá en mi época hubiésemos tenido ese tipo de información!, los adultos que hoy son autistas (y me gusta decir son y no tienen, por que el autismo no es algo que se posee, como un apartamento en Benidorm, si no una característica propia, cada uno distinto y especial, dentro de la diversidad que enriquece) tendrían otras oportunidades.

Cada vez más, aceleramos el crecimiento y la maduración de nuestros niños, viven cosas cada vez mas pequeños con un cerebro que aun no sabe procesar la complejidad del ser humano, lo que nos lleva a preguntas difíciles a edades cada vez más precoces como ¿Cómo se hace un niño mamá? ¡Así de rápido! ¡con ocho años!, no me lo podía creer y yo que había apuntado en algún sitio un libro que me habían recomendado para leer antes de llegar a la adolescencia, para estar preparada (así soy, precavida, ¡como lo de llevar pañuelos y toallitas en todos los bolsos y va, y vomita, justo el día que vas a una boda y no llevas ni un triste bolso de mano!).

Como dije, esta es una historia real y la pregunta se desarrolló de la siguiente manera: 5 pm, vuelta del cole, mientras saca los libros de la mochila, comentario casual:

  • Mi hijo: “ Mamá mi amigo Felipe va a cambiar de cole”.
  • Yo : “¿Por qué cariño?” (mientras le quito los zapatos a su hermana, con toda la arena del parque dentro)
  • Mi hijo: “Porque su hermana es TEA y les van a cambiar a los dos y el no quiere” (probablemente su hermana tampoco, pero estoy segura de que no le habían preguntado).
  • Y la pregunta… se la hice YO! “¿cariño sabes lo que es TEA?”
  • Mi hijo: “no, mamá”.

 

No puedo transcribir de manera literal como le explique que era autismo, pero si que le hable manera de comunicarse, de la literalidad, las estereotipias, la sensorialidad…. Cada vez que trataba uno de estos puntos aclaraba “no todos”, que no hay nadie que sea exactamente igual a otro, por mucho “autismo que tenga”, ni siquiera los gemelos genéticamente idénticos, ¡toma patada de la epigénetica y la influencia del ambiente!

Podría decir que estoy muy orgullosa de cómo lo hice, porque lo comprendió correctamente, pero creo que la medalla se la tengo que poner a él y no a mis explicaciones.

Y sé que lo entendió porque me dijo: “entonces…. Javi es TEA, ¿no?”. Antes de seguir os debo aclarar quién es Javi.

Javi es un compañero de la clase de mi hijo, uno de sus mejores amigos, con el que comparte su interés por los dinosaurios y los insectos. Los padres de Javi supieron que era diferente desde muy pequeño. Su madre, una de las mujeres con mas sentido común que conozco, supo ver que su mirada o sus intereses eran particulares y aunque era su primer hijo y no podía comparar, hizo todo lo que estaba en su mano por que su hijo tuviese todas las oportunidades. Y por eso el primer día de cole, les comentó a los padres del resto de los compañeros de su hijo: “Javi es autista y necesitamos vuestra ayuda” Como os he dicho esta es una historia real, no os voy a mentir, no todo fue un camino de rosas a partir de ese momento, pero sí que ayudó a que Javi fuese contento al colegio, tuviese amigos, cumpleaños, excursiones…

Porque Javi quiere tener cumpleaños, amigos y excursiones como cualquier niño de su edad. Javi quiere compartir sus intereses, de eso estoy segura (como de que la hermana de Felipe, quería quedarse en nuestro cole). Aún recuerdo el primer día que conocí a Javi y sin mediar ningún saludo previo se acercó y me preguntó: “¿quién crees que ganaría en una batalla King Kong o un Tiranosaurio Rex?”, yo respondí sin dudar: “el Rex”.

Javi tiene sus dificultades, como el día que volvió de una excursión sin comer, porque nadie se lo había indicado, pero también muchas habilidades como el día que mi hijo me dijo: “Jo Javi sabe hablar español latino” y era cierto, era capaz de hablar con la misma entonación que su video de YouTube favorito. Si pensáis que esto último no es una habilidad, es que tenéis menos imaginación que un niño de 8 años “¡puede ser actor!” continuó mi hijo emocionado. También puede “hacer el dinosaurio” según mi hijo, una estereotipia que repite cuando se emociona y “viajar a Narnia” según su madre, cuando se queda ensimismado y no hace caso.

Y, definitivamente, otra habilidad que posee es ser un muy buen amigo, no es mi opinión, sino una realidad que mi hijo confirma totalmente.

Por cierto, al final la hermana de Felipe y el propio Felipe se pudieron quedar en nuestro colegio, así que si es una historia con final feliz.

 

María 

 

 

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