El curso escolar ha terminado. Un curso donde llegué nueva como maestra a un aula de apoyo para alumnos con TGD en un colegio de escolarización preferente para ellos.  El aula ya estaba en marcha de años anteriores,  pero no fue fácil empezar.  Las familias,  los profesores,  los cambios… y,  por supuesto,  los alumnos: ¿Cómo iba a ser todo?, ¿cómo me acogerían?,  ¿cómo iba a ser mi clase?,  ¿y mis compañeros?… ¿Sería capaz de llevar a buen puerto este barquito con sus marineros a bordo?  Me sentí perdida,  como todas las personas al empezar una nueva etapa, y pensé que es un sentimiento compartido también con las personas con TGD,  uno de tantos.  Este ejercicio de empatía fue el que me permitió arrancar.  Estructuré mi vida profesional todo lo que pude y los cinco maravillosos chicos a los que apoyo me han enseñado el resto.  Han sido diez meses llenos de alegría,  de trabajo,  de momentos duros,  pero también de risas y sonrisas… un curso lleno de complicidad.

En el tercer trimestre,  cambiamos el nombre del aula. El anterior hacía referencia a la magia porque en su momento estaba relacionado con un proyecto desarrollado en Educación Infantil,  ya finalizado.  Después de un curso donde el esfuerzo ha estado presente todos los días y ha sido el motor de los progresos,  decidimos cambiar el nombre del aula a través de un concurso de dibujos planteado en todo el colegio.  Fue muy emocionante ver cómo los compañeros de los chicos con TGD y los demás alumnos,  desde Infantil hasta 6º de Primaria,  se implicaron con motivación en la elaboración de un dibujo y en la invención de un nombre nuevo;  así como sus familias,  interesándose muchas por el desarrollo del concurso.

La elección llevada a cabo por los alumnos con TGD fue muy difícil, puesto que tenían que elegir entre nombres muy acertados,  como: Territorio de genios;  TGD: Todos Ganamos Dentro;  o El aula de los SuperTGDs con un dibujo de superhéroes  (¿acaso no lo son por no cesar en su empeño de ser felices en este mundo desestructurado y ruidoso?). Finalmente, nuestra clase ha sido nombrada como:

¡Qué bonito! ¡Qué apropiado! Y es que veo a las personas con TGD como cometas de colores:

  • · Todas iguales, cometas, pero todas diferentes: azules, grandes, con forma de rombo, verdes, con siluetas de animales, multicolores… qué gran variedad.
  • · Las cometas, al igual que las personas con TGD, son divertidas, veloces cuando aprenden a volar, inquietas por conocer nuevos cielos.
  • · Hay que aprender a usar las cometas para que no se pierdan ni se rompan, al igual que hay que pararse a conocer cómo son las personas TGD para no dañarlas.
  • · Las cometas consiguen volar alto cuando sopla el viento a su favor, el viento de la integración: La implicación de padres, asociaciones, profesores y compañeros, pero también de personas anónimas que no juzgan a un niño cuando presenta una rabieta, o que entienden que tenga que pisar tres veces el umbral de la puerta antes de salir de una tienda.

¡Volad alto, cometas! Hasta que el mundo vea un cielo lleno de colores y formas.

Un cielo donde todos tenemos nuestro espacio para hacer espectaculares piruetas.

 

Fdo. Sara Pascual Agudo

Maestra feliz por trabajar con alumnos con TGD

 

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