Fuente: ElPais.com

Un nuevo estudio, elaborado por el Monell Center (Filadelfia) concluye que desde los cinco años, los menores son capaces de tomar decisiones emocionales y sociales gracias a su olfato.

De nuevo, una investigación para el diagnóstico. En este caso consistió en la evaluación de 140 niños, de entre los 3 y los 11 años, a los que se pidió elegir entre tres puertas en las que detrás había una rosa, un pescado o no había nada. Una vez abierta la puerta debían oler unos segundos. Posteriormente una pantalla les daba a elegir entre dos fotos de una persona: En una estaba feliz y otra que expresaba asco. Los resultados mostraron que la mayoría de los niños a partir de cinco años pulsaban la cara feliz cuando olían el olor agradable, mientras que los que olían el pescado, pulsaban la cara que expresaba asco. Los menores de cinco años, por su parte, contestaban mayoritariamente con la cara feliz, independientemente del olor.

Por lo tanto, se concluye que a partir de cinco años se comienza a usar la información olfativa para ayudarse y guiar sus respuestas a caras expresivas como parte de la comunicación con otras personas.“Ahora que hemos verificado que los niños mayores de cinco años usan olores para tomar decisionespuede ser posible usar esta información en los escenarios educativos para guiar el comportamiento social«

El olfato y el diagnóstico precoz de los TEA

Los investigadores recalcan que estos resultados además son de gran ayuda para mejorar las habilidades de los niños con Autismo. Algo que ya se ha concluido en estudios anteriores como el de Current Biology  de 2015. En él se incidía en el hecho de que los niños con Trastornos del Espectro del Autistmo (TEA) respondían de diferente manera a los malos olores que los niños sin TEA. «Esta diferencia es tan significativa que el 80% de los niños con Autismo podrían diagnosticarse gracias a su olfato”.

“El sentido del olfato es importante en la interacción social humana. Asumiendo que el olfato esté también alterado en el autismo, se comprende más el desafío social añadido que supone tener TEA”, concluye.

 

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