Cuando un bebé nace con algún tipo de patología, desde el primer momento trabajamos para que lleve una vida “normalizada”. Y buscamos que pueda alcanzar autonomía en su higiene, su alimentación, su escolarización… y a la hora de su maduración sexual  comienzan los miedos y  las dudas…

Por ello, padres y profesionales debemos estar preparados para poder responder adecuadamente cuando surjan las primeras  preguntas, las primeras expresiones y las primeras necesidades sexuales, sabiendo aprovechar esos momentos evolutivos como oportunidades para informar y enseñar, siendo a la vez conscientes de que incluso antes de llegar a eso, cuando aún los niños son pequeños y sin que ni ellos ni nosotros nos demos cuenta, les estamos dando continua información que ellos reciben a través de la observación de nuestras actuaciones. De este modo, las demostraciones afectivas de padres y allegados muestran que ser cariñoso, dar un abrazo, un beso, etc. es una conducta sana, normal y aceptada. Estos pequeños también vivirán los efectos de la aprobación o desaprobación de su comportamiento, del cumplimiento o no de las normas sociales y posteriormente, en la adolescencia, todo ello se reflejará en su comportamiento sexual.

Por otro lado, en el caso de la discapacidad en general y del autismo en concreto, es importante destacar que las personas pueden ser fácilmente sugestionables y que, en muchos casos, no cuentan con suficiente capacidad para comprender y ser críticos ante conductas u opiniones que les indican las personas que los rodean. Esta, entre otras, es una de las causas que puede llevarlos a constituir un grupo vulnerable  de abusos dentro de la sociedad.

Aquí la educación sexual tiene una importante labor que cumplir y, entre otros objetivos, debe brindar información correcta para ayudar a niños, adolescentes y adultos a protegerse a sí mismos de abusos sexuales. Educar en sexualidad es favorecer que un niño o una niña tengan una vivencia libre, sana, placentera y respetuosa de su cuerpo y el cuidado del mismo, de sus relaciones y de sus afectos. Es necesario enseñarles a reconocer los diferentes tipos de caricias, a decir “No”, que hay secretos que no pueden quedar como secretos, a diferenciar las conductas privadas de las públicas, etc.

En este sentido, no podemos obviar que muchas de las personas con autismo manifiestan conductas particulares en el ámbito de la comunicación, la socialización, el juego, el contacto físico-afectivo, la imaginación, expresión y comprensión de emociones, etc. Todos ellos aspectos íntimamente relacionados con la sexualidad. Y dado que la comunicación se ve comprometida, nos resultará mucho más dificultosa la enseñanza de diversos cuidados, normas y pautas culturales, referidas a lo sexual. Por lo que incluso aquí el uso de pictogramas y agendas puede ser de gran utilidad.

Además, aunque cada niño, adolescente o adulto que se encuentra dentro del trastorno del espectro del autismo presentará problemáticas y dificultades propias, las manifestaciones sexuales más comunes dentro de los TEA van a estar determinadas por variables que acompañan al nivel de organización y maduración neurológica de la persona, a su nivel de maduración emocional y a su edad biológica. También, la expresión de deseos sexuales varía de acuerdo al nivel o grado de autismo, teniendo siempre en cuenta que los cambios hormonales pueden traer cambios en la conducta, en el humor, en un mayor deseo sexual en ciertas épocas, etc.

Todos estos aspectos hay que tenerlos presentes y no debemos adelantarnos a ellos, sino todo lo contrario, tenemos que adaptarnos al desarrollo evolutivo y emocional de cada persona, sabiendo que la sexualidad se desarrolla y expresa de diferentes maneras a lo largo de la vida, de forma que la sexualidad de un niño no será la misma que la de un adolescente o un adulto. Cada etapa de la vida necesita conocimientos y experiencias específicas para su adecuado desarrollo. En este sentido, para los niños es importante conocer su cuerpo, sus propias sensaciones y aprender a cuidarlo. Un niño o una niña que puede nombrar las partes de su cuerpo (incluyendo el pene, el escroto o la vulva) y que ha aceptado que son partes de él, es más capaz de cuidarlo y defenderlo.

Finalmente, me gustaría destacar también la importancia de respetar los valores y costumbres familiares, desde los cuales debe siempre partir la educación sexual que se ofrezca, así como decir que todos somos seres sexuados, independientemente de nuestra condición mental o física. Todos necesitamos del amor, de las caricias, y de recibir y brindar afecto sin miedo.

Laura Hijosa Torices

Psicóloga Federación Autismo Madrid

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