Investigadores de Harvard concluyen que estarían implicadas otras áreas del sistema nervioso.

Fuente: La Vanguardia y Science News

“¡No me toques!”, chilla Christopher Boone cada vez que alguien intenta rozarlo. No permite ni a sus padres que lo abracen ni tampoco que le sostengan la mano. Christopher Boone tiene 15 años, tres meses y cuatro días, y es el protagonista de “El curioso incidente del perro a medianoche”, una novela de Mark Haddon, ahora llevada al teatro por Julio Manrique y que se puede ver estos días en el Teatre Lliure de Barcelona.

Christopher Boone tampoco habla con desconocidos. Y no entiende las metáforas, ni las mentiras, ni las emociones. Tiene síndrome de Asperger, uno de los trastornos del espectro autista (TEA), un conjunto de discapacidades del desarrollo que se caracterizan por dificultades para mantener interacciones sociales, comportamientos repetitivos, e hiperreacciones a estímulos sensoriales.

Hasta el momento el consenso entre la comunidad científica era que los TEA afectaban únicamente al cerebro, pero un nuevo estudio, publicado en la revista Cell y realizado con animales, sugiere que al menos algunos aspectos de estos trastornos están relacionados con defectos en otras áreas del sistema nervioso.

En concreto, investigadores de la Escuela de Medicina de la Universidad de Harvard han observado que las neuronas ubicadas en los nervios periféricos de las extremidades y que se encargan de captar información sensorial del entorno y enviarla al cerebro, tienen el “volumen” demasiado alto y reaccionan de forma exagerada ante los estímulos.

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