EL NIÑO QUE NO PODIA VER TELEVISION

Autor: Cesar Camilo Gonzalez Gimenez

Edgardo tenía tres años cuando sus padres compraron su primer televisor a colores. Desde que llegó el aparato, los hermanos de Edgardo, que tenían cinco y seis años, se sentaron en la sala a ver los programas para niños. Edgardo, sin embargo nunca le prestaba atención, no entendía porque sus hermanos lo hacían y se iba a jugar solo. Así pasó Edgardo parte de su infancia jugando solo, nunca estaba quieto, siempre andaba en casa viviendo aventuras y metiéndose en problemas.

Cuando Edgardo tenía cinco años, su mamá lo llevó al psicólogo, ella pensaba que él podía tener un desorden de atención. El psicólogo lo examinó, le hizo varias pruebas y llegó a la conclusión que era un niño normal. Otro debía ser el motivo por el cual no miraba televisión.

A los seis años Edgardo entró a la escuela primaria. Era bueno en sus estudios pero tenía un pequeño problema. Edgardo no se relacionaba con sus compañeros, casi siempre estaba solo. Además no entendía las conversaciones ni juegos de sus amigos, que eran sobre personajes, juguetes y programas de televisión. ¿Qué es lo que pasaba?

Pasó medio año y una tarde se acercó a su madre y le preguntó ¿Mamá por qué no puedo ver televisión? Y le contó su problema. Su madre lo llevó a un Oftalmólogo, que es el médico que cura los ojos. El doctor diagnosticó que Edgardo tenía un rarísimo defecto en sus ojos que no le permitía ver con claridad los rayos catódicos que emitía el televisor. Edgardo simplemente no podía ver televisión.

Ya en casa Edgardo se sintió muy mal, se sintió raro, él era el único en el mundo que no podía ver televisión y se enojó mucho. ¿Por qué? ¿Por qué él no era normal? Edgardo se puso como loco. Cada vez que sus hermanos veían televisión él gritaba, se paraba frente a la pantalla y no los dejaba ver ni oír. Lo mismo hacía en el colegio cuando escuchaba a sus compañeros hablar sobre la televisión. Sus compañeros lo llamaron “El loco TV”, y su profesora tuvo que hablar con su madre más de una vez.

Cuando salió de vacaciones la situación empeoró en casa y su madre tuvo que sacarlo a “pasear” con mucha frecuencia. En una de esas salidas fueron a ver a la tía Carlota. Mientras su mamá hablaba con su tía, Edgardo fue a pasear al gran jardín de la casa y se puso a jugar allí. De pronto detrás de un arbusto salió un joven. Estaba un poco sucio y tenía un frasco de vidrio en una mano y una lupa en la otra, vio a Edgardo y lo saludó. Era su primo mayor Junior. Junior se sentó al lado de Edgardo y le mostró el escorpión que tenía en el frasco le habló sobre los bichos buenos y malos, sobre las plagas y el equilibrio de la naturaleza; le mostró su lupa y cómo funcionaba. Luego Junior le enseñó a Edgardo a prender fuego con la lupa, regaron juntos el jardín e hicieron un barquito de papel. Edgardo la pasó muy bien con todo esto y pensó que Junior era muy divertido. ¿Por qué no tenía hermanos así?

Cuando regresó a casa Edgardo estaba muy emocionado, le habló a su mamá de Junior y de esa maravillosa tarde. Su madre se dio cuenta que Edgardo se había olvidado de molestar a sus hermanos y pensó que la compañía de Junior podía ser la solución al problema. Entonces llamó a Junior por teléfono y le contó lo que pasaba.

Junior era un chico listo y pensó que la solución para el problema de Edgardo era que este aprendiera diferentes actividades que lo distrajeran de la televisión. Durante sus vacaciones Edgardo aprendió a leer, tomar fotos y manejar una bicicleta; viajó con Junior a la playa y el campo, se interesó por el ajedrez, por los puzles y acertijos, y aprendió a hacer manualidades. Junior lo llevó a la piscina y le enseño a flotar primero y luego a nadar. Y se pasaron muy rápido sus vacaciones. Faltando una semana para ir al colegio, Junior sacó de su cuarto muchos álbumes y revistas donde aparecían los personajes de los programas de televisión y “vieron” televisión mientras junior le describía lo que sucedía y le mostraba los personajes en las revistas. Finalmente a Junior se le ocurrió llevar a Edgardo al cine, así él tendría una idea de cómo era la televisión.

Cuando Edgardo regresó había cambiado bastante. Podía hablar de los principales programas de televisión aunque nunca los hubiera visto y sabía muchos juegos diferentes. Ya no molestaba a sus hermanos porque siempre estaba ocupado en alguna actividad interesante y no tenía tiempo para perder con todo lo que había que aprender del mundo. Sus notas subieron mucho porque siempre respondía las preguntas que hacía la profesora. Y como tenía tanta actividad, estaba delgado y saludable, a diferencia de sus hermanos, y podía correr muy rápido y lejos de los niños gorditos que lo molestaban por no ver televisión.

A los nueve años Edgardo había obtenido los primeros puestos de su clase, había ganado el campeonato de Ajedrez de su colegio, clasificado para la selección de atletismo y ganado un segundo premio en un concurso de dibujo. Por sus logros Junior le regaló a Edgardo una radio para que escuchara música, y Edgardo se interesó por la música y por tocar instrumentos.

Así pasó su niñez Edgardo sin poder ver televisión, pero haciendo, otras muchas cosas.

Cuando Edgardo tenía quince años recibió una noticia que pensó que cambiaría su vida. En Japón habían inventado un nuevo tipo de televisor, se llamaba televisor de pantalla plana, era mucho más delgado que un televisor normal ¡Y no usaba rayos catódicos! ¡Era un televisor que al fin podría ver!

La navidad del años siguiente sus padres hicieron un esfuerzo para recompensar las buenas notas de Edgardo y compraron un televisor de pantalla plana.

Cuando Edgardo apretó el botón del control remoto, por primera vez pudo ver la imagen en el televisor, y una gran sonrisa lleno su rostro. Se prometió a si mismo pasar mucho tiempo frente a la televisión, miró un rato un programa, pero de pronto se aburrió y cambió de canal, miró otro rato y de nuevo se aburrió. La imagen era buena pero las cosas que se decían y hacían en los programas no eran muy interesantes y muchos de ellas no estaban de acuerdo con la realidad. Desde luego que algunos programas le parecieron interesantes, ingeniosos y creativos, pero eran muy pocos, y algunos no enseñaban casi nada. Así que después de pasar dos días frente al televisor decidió que no se había perdido realmente de nada durante su niñez. Apagó el televisor, llamó por teléfono a Junior y regresó al mundo real.

 

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