Cintas de colores

Autora:  Lula Gandulfo

A Ema le gusta jugar con sus cintas de colores. Tiene muchas y no las presta. Son el hilo conductor de su mundo. Haga lo que haga, siempre tiene una cinta en la mano. Cada tanto la toma entre sus dedos y hace interminables onditas que la mantienen segura y a salvo del mundo exterior. En su mundo de cintas de colores, Ema reproduce con su memoria extra- ordinaria interminables películas en donde una Bella ama a una Bestia, una princesa se enamora de un mendigo, hormigas que luchan unidas contra la opresión de las langostas y juguetes que cobran vida cuando nadie los ve. Cuando Ema pierde la cinta es como si perdiera el lazo a su mundo interior, se angustia mucho y empieza a gritar hasta que finalmente la encontramos y se calma. La cinta también es su manera de conectarse con este mundo tan incomprensible para ella: mientras tenga su cinta en la mano, Ema se siente más segura y fuerte.

Américo es un nene de ocho años que todas las tardes juega en el parque a la pelota con otros niños. Él no tiene autismo y no sabe lo que es, pero no le importa, porque cuando la ve a Ema siempre se acerca para jugar con ella, aunque Ema nunca le da pelota.

Un día en que Ema estaba haciendo onditas con su cinta en el parque, abstraída del mundo que la rodea, Américo se le acercó y le regaló un globo atado a un hilo muy largo. Ema aceptó el globo y empezó a hacer onditas con el hilo, entonces Américo le pidió prestada su cinta. Al principio Ema le dijo “¡No!”, pero al rato se la prestó. Entonces Américo tuvo una idea: hacer que el globo volara más alto todavía. Para ello se le ocurrió atar la cinta de Ema al hilo del globo. Ahora Ema tiene algo de Américo y Américo tiene algo de Ema. Y fue así como Ema y Ame se fueron juntos a caminar por el parque agarrados de la cinta con el globo volando bien alto.

 

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